lunes, 8 de junio de 2009

“Balada de la oficina"

Entra. No repares en el sol que dejas en la calle. Él está caído en la calle como una blanca mancha de cal. Está lamiendo ahora nuestra vereda; esta tarde se irá enfrente. No repares en el sol. Tienes el domingo para bebértelo todo y golosamente, como un vaso de rubia cerveza en una tarde de calor. Hoy, deja el perezoso y contemplativo sol en la calle. Tú, entra. El sol no es serio. Entra. En la calle también está el viento. El viento que corre jugando con fantasmas. Fantasma él también, pues no se ve con los ojos de la cara, y se lo siente. El viento está jugando; ya corriendo una loca carrera por en medio de la calle; ya golpeándose las sienes contra las paredes de las casas; ya deshilándose en las copas de los árboles... f... f... f... f... El viento es juguetón como un recental; esto no es serio. Tú entra.

Deja en la calle sol, viento, movimiento loco; tú, entra.

¿Qué podrías hacer en la calle? ¿No tienes vergüenza, estúpido sentimental, regodearte con el sol como un anciano blanco, y esqueletoso, y centenario? ¿No te humilla, en tu actual situación de muchacho fornido, dejarte forrar por el viento como una hoja dentro de un remolino?

¡Y la lluvia! No te avergonzaré recordándote que los otros días estuviste tres horas ¡tres horas!, contemplando tras la vidriera del café, caer y caer y caer, monótonamente, estúpidamente, una larga, monótona y estúpida lluvia. Entra, entra.

Entra; penetra en mi vientre, que no es oscuro, porque, ¡mira cuántos Osram flechan sus luminosos ojos de azufre encendido como pupilas de gata! Penetra en mi carne, y estarás resguardado contra el sol que quema, el viento que golpea, la lluvia que moja y el frío que enferma.

Entra; así tendrás la certeza —que dará paz a tu espíritu— de obtener todos los días pan para tu boca y para la boca de tus pequeñuelos. ¡Tus pequeñuelos, tus hijos, los hijos de tu carne y de tu alma y de la carne y del alma de la compañera que hace contigo el camino! Yo daré para ellos pan y leche; no temas; mientras tú estés en mi seno, y no desgarres las prescripciones que tú sabes, jamás faltará a tus pequeñuelos, ¡los pobres!, ni pan, ni leche, para sus ávidas bocas. Entra; acuérdate de ellos; entra.

Además, cumplirás con tu deber. Tu deber. ¿Entiendes? El trabajo no deshonra, sino que ennoblece. La Vida es un Deber. El hombre ha nacido para trabajar.

Entra; urge trabajar. La vida moderna es complicada como una madeja con la que estuvo jugando un gato joven. Entra; siempre hay trabajo aquí.

No te aburrirás; al contrario, encontrarás con qué matizar tu vida. (Además de que es tu Deber). Entra. Siéntate. Trabaja. Son cuatro horas apenas. Cuatro horas. Pero, eso sí: nada de engañifas ni simulaciones ni sofisticaciones. ¡A trabajar! Si tu labor es limpia, exacta y voluntariosa —voluntariosa sobre todo—, los jefes te felicitarán. Tú estás sano; puedes resistir estas cuatro horas. ¿Has visto cómo las has resistido? Ahora vete a almorzar. Y vuelve a hora cabal, exacta, precisa, matemática. ¡Cuidado! Porque si todos se atrasaran, se derrumbaría la disciplina, y sin disciplina no puede existir nada serio. Otras cuatro horas al día. Nadie se muere trabajando ocho horas diarias. Tú mismo, dime: ¿no has estado remando el domingo once o doce horas, cansando los músculos en una labor con el agua que me abstengo de calificar por el ningún remordimiento que se obtiene? ¿Ves tú? ¡Y con inminente peligro de ahogarte! Yo sólo te exijo ocho horas. Y te pago, te visto, te doy de comer. ¡No me lo agradezcas! Yo soy así.

Ahora vete contento. Has cumplido con tu Deber. Ve a tu casa. No te detengas en el camino. Hay que ser serio, honesto, sin vicios. Y vuelve mañana, y todos los días durante 25 años; durante los 9.125 días que llegues a mí, yo te abriré mi seno de madre; después, si no te has muerto tísico, te daré la jubilación.

Entonces, gozarás del sol, y al día siguiente te morirás. ¡Pero habrás cumplido con tu Deber!


* Balada de la oficina integra el libro Cuentos de la oficina de Roberto Mariani.

miércoles, 20 de mayo de 2009

TORTAS CUMPLEAÑERAS

Ya no se me ocurre que poner,
o sea, que ostras te puedo decir ?

Te extraño una bocha, necesito mucho de las recapitulaciones, de los dialogos en la cocina de mi casa hasta la madrugada, no se. "Tantas Cosas"

Feliz Cumple y no se, Viva Peron

Estoy escaso de palabras hoy,
de todos modos puede ser redundante que te diga lo mucho que te quiero ¿no?

La mejor de las energias, como siempre, desde Buenos Aires.

aca te dejo 2 tortas gigantes !

bESOToN!

lunes, 18 de mayo de 2009

Matar a un Hombre

¿Que podemos hacer en esta multitud sino abrazarnos entre las palabras y los hechos?
Cargamos el peso de lo que hemos sido mientras bailamos desesperados evitando que la fiesta se termine. Ha sido una fiesta muy hermosa, una invitacion inesperada a nuestra vida. Ha sido una noche equivocada, fue veloz la charla y el trago muy corto.
Fue como un déjà vu, todo esto. Como si ya hubiésemos andado los distintos senderos de este sueño.
¿Que podré decirte que no hayas escuchado?
El peligro es una brisa suave como la pata de un gato, una garra espectral recorriendo los temblores de tu nuca: Allí, desde donde se presiente la muerte, allí se posa suavemente la acechanza.
¿Alguna vez acariciaste un animal peligroso? ¿Uno de esos animales que se esconden tras las sombras de tus actos, para no extinguirse? Cuando lo acaricias se agitan en tu mente recuerdos de una antigua traición y las lagrimas rompen los diques de tus facciones cultas, tu rostro engañado de ladrillos simétricos, ese muro de gestos contratados y esos alambres de 220 voltios sonrien en la boca del lobo.
Con esas lagrimas tu cara de autopista se esfuma junto a los fantasmas de todas las especies perdidas.
En cuanto el llanto reflexione se acordará de que tienes otras cosas que hacer: siempre hay actos que un hombre fabricado debe hacer justo a tiempo. ¿y si echaras a volar tu águila ancestral? ¿y si el tiempo escapara de vos como si fueras el demonio?
¿por qué no lo hiciste? Matar, por amor, a un hombre.
¿por qué no fuiste el héroe que soñaste a los ocho años?
Matar a un hombre de corazon ateo que acecha a tus duendes tras los pórticos ciegos de sus ojos catódicos. Matar a un hombre que no está aqui porque se va a otra parte donde tambien será ausencia. Un hombre que camina con pasos de llanura sobre los relieves del cariño. Un hombre que es la persiana abriendo y cerrando el tiempo de los negocios, una caja registradora de percepciones envueltas para regalo. Un hombre que cuando sonrie te zambulle en un rio de navajas.
Matar a un hombre de esos pero sin sangrarlo.
Matar la idea que lo pario.
Quemar el paisaje que lo dibuja.
Acallar la historia que lo relata.
Entonces la vida será agradable como un jugo de Naranjas.
Entonces cuando orines bajo la corteza de la noche destilarás en tu meada el perfume de las estrellas.

"Matar a un Hombre" - Enrique Symns
La Maga - Julio de 1998

UN INCREÍBLE SHOW






domingo, 10 de mayo de 2009

Nuestro Buenos Aires, Querido...

Andando por Buenos Aires. En una de esas Salidas que nos llevaron a conocer las nueva estaciones del Subte A (Ahora llega hasta Boyacá) (pronto a Nazca, dicen...)
Estan muy modernizadas las estaciones, en un punto nos recordaron las de Santiago de Chile.
y Otras fotos diferentes y no muy variadas











sábado, 25 de abril de 2009

jueves, 23 de abril de 2009

En Viaje

Un día, cuando tenía 23 años, desperté con una molestia en el costado... cerca del corazón, pero un poco más arriba...
Eran como... unas ganas, pero ¿ganas de qué?. Al principio me asusté y el miedo me paralizó en la cama.
Al rato pensé que era inútil quedarme cruzada de brazos y salí a la calle a buscar un antídoto.
Subí al tren, y la molestia comenzó a calmarse. Estaba tan concentrada en sentir si tenía o no esa sensación en mi costado que dejé de prestarle atención al camino. De repente estaba muy lejos de mi hogar.
Bajé corriendo del tren y comencé a recorrer ese sitio totalmente desconocido para mi.
Así pase un día, dos, tres, cuatro meses, ocho, un año y algunos meses más.

Un día, cuando tenía 24 años, desperté con una molestia en el costado... cerca del corazón, pero un poco más arriba...
Eran como... unas ganas, ganas que creía conocer. No me asusté y me subí al primer tren que vi pasar. Me dormí y soñé que volvía a mi casa, que olía los mismos olores de siempre y saboreaba las comidas típicas de mi lugar. Todo era simplemente perfecto.
Cuando desperté, estaba muy lejos de mi hogar, pero con su calidez en mis venas.
Bajé del tren y descubrí que te llevaba conmigo todo el tiempo y que los trenes comenzarían en ese momento a llevarme mucho más allá.

*Sho*.

martes, 21 de octubre de 2008

martes, 7 de octubre de 2008

¿Por qué las mujeres estamos tanto tiempo en el baño?

Me llego un mail muy didactico... espero que lo disfruten!



El gran secreto de todas las mujeres respecto a los baños es que de chiquita tu mamá te llevaba al baño, te enseñaba a limpiar la tabla del inodoro con papel higiénico y luego ponía tiras de papel cuidadosamente en el perímetro de la taza.

Finalmente te instruía: 'Nunca, nunca te sientes en un baño público'.

Y luego te mostraba 'la posición' que consiste en balancearte sobre el inodoro en una posición de sentarse sin que tu cuerpo haga contacto con la taza.

'La Posición' es una de las primeras lecciones de vida de una niña, súper importante y necesaria, nos ha de acompañar durante el resto de nuestras vidas. Pero aún hoy en nuestros años adultos, 'la posición' es dolorosamente difícil de mantener cuando tu vejiga está a punto de reventar.

Cuando TENÉS que ir a un baño público, te encontrás con una cola de mujeres que te hace pensar que dentro está Brad Pitt. Así que te resignás a esperar, sonriendo amablemente a las demás mujeres que también están discretamente cruzando piernas y brazos en la posición oficial de 'me estoy meando'.

Finalmente te toca a vos, si no llega la típica mamá con 'la nenita que no se puede aguantar más'.

Entonces verificás cada cubículo por debajo para ver si no hay piernas.

Todos están ocupados. Finalmente uno se abre y te lanzás casi tirando a la persona que va saliendo.

Entrás y te das cuenta de que el picaporte no funciona (nunca funciona); no importa... Colgás el bolso del gancho que hay en la puerta, y si no hay gancho (nunca hay gancho), inspeccionás la zona; el suelo está lleno de líquidos indefinidos y no te atrevés a dejarlo ahí, así que te lo colgás del cuello mientras mirás cómo se balancea debajo tuyo, sin contar que te desnuca la correa, porque el bolso está lleno de pelotudeces que fuiste metiendo dentro, la mayoría de las cuales no usás, pero que tenés por si acaso...

Pero volviendo a la puerta... Como no tenía picaporte, la única opción es sostenerla con una mano, mientras que con la otra de un tirón te bajás la bombacha y te ponés en 'la posición'... Alivio...... Aahhhhhh.... por fin... Ahí es cuando tus muslos empiezan a temblar.... Porque estás suspendida en el aire, con las piernas flexionadas, los calzones cortándote la circulación de los muslos, el brazo extendido haciendo fuerza contra la puerta y un bolso de 5 kilos colgando de tu cuello.

Te encantaría sentarte, pero no tuviste tiempo de limpiar la taza ni la cubriste con papel, interiormente creés que no pasaría nada pero la voz de tu madre retumba en tu cabeza: '¡jamás te sientes en un inodoro público!', así que te quedás en 'la posición' con el tembleque de piernas...

Y por un fallo de cálculo en las distancias una salpicada finííííísima del chorro te salpica en tu propio culo ¡y te moja hasta las medias!

Con suerte no te mojás tus propios zapatos, y es que adoptar 'la posición' requiere una gran concentración.

Para alejar de tu mente esa desgracia, buscás el rollo de papel higiénico peroooo, la puuuuuuuuta...! El rollo está vacío...! (siempre) Entonces suplicás al cielo que entre los 5 kilos de cachivaches que llevas en el bolso haya un miserable kleenex, pero para buscar en tu bolso tenés que soltar la puerta, dudás un momento, pero no hay más remedio...

Y en cuanto la soltás, alguien la empuja y vos tenés que frenar con un movimiento rápido y brusco, mientras gritás OCUPAAADOOOO!!! ahí das por hecho que todas las que esperan en el exterior escucharon tu mensaje y ya podés soltar la puerta sin miedo, nadie intentará abrirla de nuevo (en eso las mujeres nos respetamos mucho) y te ponés a buscar tu kleenex sin agobios, te gustaría usarlos todos pero sabés lo valiosos que son en casos similares y te guardás uno por si acaso.

Ahí ya vas contando los segundos que te quedan para salir de ahí, transpirando porque llevás el abrigo puesto ya que no hay perchero, y es increíble el calor que hace en esos sitios tan pequeños y en esa posición de fuerza en la que seguís, con los gemelos a punto de estallar.

Sin contar el garrón del portazo, el desnuque con la correa del bolso, el sudor que corre por tu frente, la salpicada del chorro en las piernas...

El recuerdo de tu mamá que estaría avergonzadísima si te viera así; porque su culo nunca tocó el asiento de un baño público, porque francamente, 'vos no sabés qué enfermedades podrías agarrarte ahí'.

...estás exhausta, cuando te parás ya no sentís las piernas, te acomodás la ropa rapidísimo y tirás la cadena ¡sobretodo!

Entonces vas al lavamanos. Todo está lleno de agua así que no podés soltar el bolso ni un segundo, te lo colgás al hombro, no sabés cómo funciona la canilla con los sensores automáticos, así que tocás hasta que sale un chorrito de agua fresca, y conseguís jabón, te lavás en una posición de jorobado de Notre Dame para que no se resbale el bolso y quede abajo del chorro... El secador ni lo usás, es un trasto inútil así que terminás secándote las manos en tus pantalones, porque no pensás gastar tu kleenex para eso y salís...

Tendrás suerte si no se te pegó un pedazo de papel higiénico al zapato y lo vas arrastrando, o peor, con la falda arremangada enganchada por las medias que te subiste a la velocidad de la luz ¡y mostrando todo el culo!

En este momento ves a tu chico que entró y salió del baño de hombres y encima le quedó tiempo de sobra para leer un libro de Borges mientras te esperaba.

'¿Por qué tardaste tanto?', te pregunta el idiota.
'Había mucha cola', te limitás a decir.

Y ésta es la razón por la que las mujeres vamos en grupo al baño, por solidaridad, ya que una te aguanta el bolso y el abrigo, la otra te sujeta la puerta, otra te pasa el kleenex por debajo de la puerta y así es mucho más sencillo y rápido ya que una sólo tiene que concentrarse en mantener 'la posición' y la dignidad.


ShilL