sábado, 25 de abril de 2009

jueves, 23 de abril de 2009

En Viaje

Un día, cuando tenía 23 años, desperté con una molestia en el costado... cerca del corazón, pero un poco más arriba...
Eran como... unas ganas, pero ¿ganas de qué?. Al principio me asusté y el miedo me paralizó en la cama.
Al rato pensé que era inútil quedarme cruzada de brazos y salí a la calle a buscar un antídoto.
Subí al tren, y la molestia comenzó a calmarse. Estaba tan concentrada en sentir si tenía o no esa sensación en mi costado que dejé de prestarle atención al camino. De repente estaba muy lejos de mi hogar.
Bajé corriendo del tren y comencé a recorrer ese sitio totalmente desconocido para mi.
Así pase un día, dos, tres, cuatro meses, ocho, un año y algunos meses más.

Un día, cuando tenía 24 años, desperté con una molestia en el costado... cerca del corazón, pero un poco más arriba...
Eran como... unas ganas, ganas que creía conocer. No me asusté y me subí al primer tren que vi pasar. Me dormí y soñé que volvía a mi casa, que olía los mismos olores de siempre y saboreaba las comidas típicas de mi lugar. Todo era simplemente perfecto.
Cuando desperté, estaba muy lejos de mi hogar, pero con su calidez en mis venas.
Bajé del tren y descubrí que te llevaba conmigo todo el tiempo y que los trenes comenzarían en ese momento a llevarme mucho más allá.

*Sho*.